En este 1º de mayo en el que sindicalistas de todo
el planeta celebran el rol de los trabajadores y trabajadoras en la lucha por
la democracia, el movimiento sindical internacional avanza inspirado por los
vientos de cambio que soplan desde los países árabes.
La Agrupación Global Unions aplaude la valentía de
los trabajadores y trabajadoras y de los sindicatos independientes que se han
situado a la vanguardia de esta histórica contienda por la libertad.
Brindamos todo nuestro apoyo a su lucha y condenamos
sin reservas la tiranía de los regímenes, tanto de Oriente Medio como de otras
zonas geográficas, que continúan denegando a su población derechos
fundamentales, y que recurren a la violencia para silenciar las voces
disidentes. Instamos a la comunidad internacional a intervenir para poner fin a
esta opresión.
Al mismo tiempo, en nombre de
cientos de millones de trabajadores y trabajadoras que claman por el fin de las
desigualdades, de la discriminación y la explotación, la Agrupación Global
Unions vuelve a reivindicar una transformación profunda de la economía mundial.
Defendemos el fin de la cultura
de la negligencia política y corporativa que ha abierto una brecha entre ricos
y pobres; y reclamamos nuevos compromisos de respeto a los derechos laborales,
así como el establecimiento de un marco que permita florecer la justicia social
y combatir la plaga del desempleo.
Ha llegado la hora
de abandonar las políticas fallidas del pasado. De dejar a un lado programas de
austeridad que arremeten contra el tejido social y socavan los medios de
subsistencia de la población. Debemos poner fin al escándalo del desplome del
nivel de vida provocado por el crecimiento del empleo informal, desprotegido y
precario y, en concreto, la grotesca explotación de los trabajadores y
trabajadoras migrantes. Se deben tomar medidas, ya, para rescatar a una
generación perdida de jóvenes que anhelan un trabajo y un futuro dignos.
Pero nada de esto
sucederá a menos que los Gobiernos sitúen a la población como su principal
prioridad, regulando el sector financiero y refrenando los excesos del poder
corporativo.
Todos los Gobiernos
deben invertir en la creación de empleo, en educación y formación, en programas
que potencien las inversiones en servicios públicos de calidad y en ofrecer una
protección social universal básica. Las economías más poderosas, las del G20,
deben ponerse al frente en este sentido.
Los Gobiernos deben
poner las finanzas al servicio de la economía real y reclamar la riqueza
necesaria para enderezar la economía mundial, imponiendo tasas a bancos y
finanzas, y en concreto introduciendo con carácter urgente una tasa sobre las
transacciones financieras.
Los Estados deben
enfrentarse a aquellas corporaciones que se benefician de la escandalosa
explotación de trabajadores y trabajadoras vulnerables, de la violación de los
derechos sindicales y de las normas internacionales del trabajo.
Si no se introduce
de inmediato un cambio de rumbo en la gobernanza y en la gestión de la economía
mundial, no podrán cumplirse las nobles aspiraciones de los Objetivos de
Desarrollo del Milenio y no se conseguirá impedir la catástrofe del cambio
climático.
La globalización
sólo puede funcionar si genera una riqueza sostenible para todos y para todas,
y si propicia una transición justa hacia un mundo sustentable construido sobre
los principios de economías fuertes, de la justicia social y de empleos verdes.
La Agrupación
Global Unions colaborará para poner al descubierto a aquellos Gobiernos que se
niegan a cambiar, que están dejando de ofrecer servicios, que imponen
reducciones fiscales y atacan a los trabajadores del sector público provocando
consecuencias devastadoras para la vida de toda la población, y particularmente
de las mujeres.
Continuaremos
aislando, condenando y poniendo en el punto de mira a aquellas compañías que
irresponsablemente desprecian las normas laborales y explotan a la mano de obra
más débil.
Finalmente, la
Agrupación Global Unions en Oriente Medio, entre otras zonas geográficas,
continuará luchando por la paz y haciendo frente a las dictaduras y la
corrupción. La explotación y la inestabilidad política provocadas por la
ausencia del imperio de la ley y de la democracia, unidas a la injusticia
económica, conllevan un riesgo constante de guerra y conflicto social.
Los desafíos del
mundo actual son los mayores que hemos asumido jamás, pero el movimiento
sindical tiene la moral muy alta. Nos sentimos orgullosos de nuestra tradición
de solidaridad que ha servido de base para el progreso social, la democracia y
la paz, y que nos insufla la fuerza necesaria para hacer real el sueño de una
economía mundial basada en la justicia, la igualdad, la humanidad y la
sostenibilidad.